lunes, 25 de abril de 2011

César Vallejo




Los heraldos negros

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

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